Que Rihanna siempre ha estado muy ligada a la cultura negra es indudable: desde el reggae al hip-hop, pasando por atisbos de r&b, soul, ska... Cualquier género que haya triunfado en esa prolífica cultura (y cada vez más popular, de nuevo) ha tocado el pop melódico y sensual de Rihanna. Sin embargo, parece que esta vez se le ha ido de las manos con el segundo single de su octavo disco, Bitch Better Have My Money.
Ya con el título (y la letra de la susodicha canción), queda muy claro que Rihanna se siente más a gusto tirando hacia todo ese grupo de raperos que dominan el panorama que hacia sus compañeras de la esfera pop. Claramente, nadie espera a estas alturas que Rihanna se marque un Roar, un Singing In The Shower o, incluso, un nuevo Only Girl. De lo mejor de Unapologetic, su séptimo disco (que me convenció ampliamente), podemos destacar temas como Presh Out The Runway o el single-sí-single-no Pour It Up, en los que, sin dejar de lado el r&b-pop de atractivos y aterciopelados ritmos, la de Barbados coqueteaba con el hip-hop contemporáneo. La historia se repite: el autor del magistral Yeezus, Kanye West -quien sin embargo la está cagando poniéndose melancólico (Only One debe de ser un chiste) o repitiendo lo que ya ha hecho con una All Day que ni ese sorprendente giro con guitarrita y silbidos salva de ser una más- es el productor ejecutivo de este octavo disco que fue presentado por una bella, sencilla y efectiva Four Five Seconds que no solo traía de vuelta las preciosas melodías que han marcado sus primeros singles sino que lo hacía de una manera distinta, poco vista en el panorama mainstream pero lo suficientemente convencional como para no suponer una marcianada en este, aún a pesar del desaparecido de las radios órgano gospel y los gritos por debajo de los versos de West, además de la falta de procesado tanto a las tomas vocales como a la acústica guitarra. Sin embargo, este segundo single no es que peque de una mala producción: ya sea en sus propios temas o ayudando a otros (Illuminati, de Madonna, es un buen ejemplo), West sabe como producir; sin embargo, en vez de haber hecho algo coherente como mezclar producción urbana vanguardista y una buena melodía pop (que, a juzgar por los adelantos tanto del disco como de la banda sonora de Home, no es algo que parezca vaya a faltar esta era), Rihanna ha decidido que quiere convertirse en Lil Wayne y cantar sobre deudas callejeras. Pues vaya.