Con un par de meses de retraso, traigo a Pop Sin Ley la review del ni más ni menos que decimocuarto álbum de estudio de Mariah Carey, una de las cantantes de pop (aunque su registro siempre ha estado muy ligado al r&b) más importantes de los últimos años. Aunque Mariah ahora esté más en la liga de esas artistas que siguen lanzando música pero ya no son consideradas las superventas que eran antes; allá por los noventa, aún en plena hegemonía Madonnica (aunque, ¿ha acabado esta realmente?), Mariah era todo un ídolo de masas, una propuesta nueva que traía los sonidos que habían aparecido a finales de los ochenta y principios de los noventa en Estados Unidos, con una música limpia, sensual y muy romántica. Solo con decir que es de las poquísimas (por no decir única) que ha conseguido tener éxito con un disco de villancicos (no creo que sea el único que conozca All I Want For Christmas Is You) os pongo en situación.
Pues bien, en una época en la que el pop, en especial femenino, está de capa caída, Carey se decide a lanzar álbum. El otro día veía una lista de los discos de solistas femeninas más vendidos de 2014 y lo que veía era desesperanzador: superventas como Britney o Gaga eran totalmente ausentes, álbumes considerados fracasos comerciales como Shakira encabezando la lista y nombres quizás menos conocidos en el ámbito mainstream como Lana Del Rey o Miranda Lambert en los puestos más altos. ¿Lo peor? Ninguno de más de 1 millón de ventas (este año). Aún así, quizás animada por los resultados de BEYONCÉ, Mariah lanza Me. I Am Mariah...; nadie esperaba grandes ventas pero, respecto a calidad, no todo está dicho.
En este disco, aún coqueteando con distintos géneros, Mariah prefiere no experimentar y hacer lo que todos esperamos de ella. Esto, tras más de veinte años de carrera, podría resultar repetitivo o cansino si no fuera por la altísima calidad de los temas del disco. Recordando mucho al disco de la mujer de Jay-Z en variedad y calidad de la producción, Mariah consigue ponerse al nivel de este pues, aunque el de Beyoncé es quizás más arriesgado y moderno, en el de Carey las melodías están siempre al nivel del sonido: melodías melosas, románticas, pegadizas y sensuales. Y eso, en un disco de catorce canciones no es tan fácil.
Pocos discos tienen tan poco relleno en un tracklist tan amplio. Ya desde el principio, con Cry., un baladón rhythm & blues con bien de coros y sin duda, la melodía más emotiva del disco, consigue cautivar. Aunque también se dan momentos más movidos, es un disco compuesto en más de la mitad por baladas, desde el hit #Beautiful, en el que la colaboración con Miguel da un toque absolutamente único con esos bajos, Heavenly (No Ways Tired/Can't Give Up Now), que a pesar de lo tópico que puede parecer acabar un disco de Mariah con un coro gospel resulta un cierre perfecto o You're Mine (Eternal), que aún a pesar de ser una elección de primer single pésima sigue siendo una balada más que digna, con esos atractivos coros.
En la parte más uptempo, encontramos la colaboración con Wale (aunque bastante anecdótica), You Just Don't Know What To Do, con un inicio a lo medio tiempo que explota en un tema dance noventero bastante sólido, Thirsty, que es más bien el Niggas In Paris de Mariah (el hip-hop es más que un simple acercamiento en este álbum) o la genial Money, con unas trompetas que tan de moda están ahora y, sobre todo, un estribillo tan pegadizo y genial que sería un total error no lanzarla de single.
Por supuesto, entre tantas buenas ideas algunas tienen que cojear, como Supernatural, en la que sus hijos meten su voz sonando un tema demasiado cursi sobre todo teniendo en cuenta su posición entre temas tan moviditos, One More Try, que es sencillamente olvidable, o Faded, que sin ser mala está muy claro que ha sido introducida por hacerle un favor a Mike WiLL Made It, aunque oír su sample inicial resulta más que molesto en un disco así. Sin embargo, resulta sorprendente que no haya un solo tema malo en un disco en el que Mariah flirtea con el pop, el soul, el dance y el hip-hop, y aunque generalmente cuando las popstars tiran hacia esos terrenos suelen salir cosas casi de vergüenza (“don't want your jewels, I want your drugs...”), Mariah consigue hacerlo de una forma elegante y sin saturar, a pesar de ese horror de título/portada. Y eso, señores, en un disco de 2014 es, cuanto menos, digno de mención.
8,1.
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