martes, 17 de diciembre de 2013

Beyoncé - BEYONCÉ (I: las canciones), el juego es suyo.

2013 es, sencillamente, uno de los años más decepcionantes para el pop mainstream del siglo XXI. Solo salvaría la aparición de Lorde en la palestra. No es que hayamos tenido malos discos, ni lo horteras que son Bangerz o ARTPOP, ni lo aburridillo que es Prism, ni lo genérico por momentos que es Britney Jean hacen de estos álbumes unos malos trabajos. Hemos recibido algunas de las mejores canciones de las carreras de estas artistas. Miley Cyrus se ha marcado un gran tanto con Wrecking Ball, pero también diría que FU es de sus mejores; Gaga ha conseguido lo que sus fans necesitaban con Venus; Perry, con Legendary Lovers y la princesa en decadencia, Britney, nos ha traído un temazo como Alien. Sin embargo, aunque la calidad de esos álbumes no es para llevarse las manos a la cabeza, hemos obtenido algo que me parecía imposible teniendo lanzamientos de cuatro grandes del pop: una falta de innovación absoluta. Sin embargo, 2013 no ha acabado, y a poco más de dos semanas para terminarlo, va Beyoncé y nos da un disco por sorpresa. Y no solo un disco, sino un disco visual, con catorce temas y diecisiete vídeos, nada más y nada menos. Se desprende de toda promoción previa, del subidón en las listas que puede dar un vídeo, y lo hace un viernes, justo después de que casi todos los blogs hayan publicado las listas de los mejores álbumes del año. ¿Locura? ¿Genialidad? Ambas cosas.

Beyoncé va por libre, y eso se nota en, valga la redundancia, BEYONCÉ. Con raíces de R&B y rodeada de raperos de éxito, la de Tejas nos vuelve a decir tras 4 que sus temas pop no son más que casos aislados. Porque, sin dejar de ser un disco pop, BEYONCÉ tiene de todo, pero hay algo en lo que escasea al completo: temas poperos de los que oyes y sabes que van a ser número 1.
Comenzamos con un cursi discursillo sacado del vídeo en el que Bey abre Pretty Hurts diciéndole al presentador que su aspiración en la vida es ser feliz. En una sorprendentemente bien realizada crítica a la excesiva importancia que se le da a la imagen, Pretty Hurts, en cuya composición figura Sia, es una de esas baladas típicas de Beyoncé, que hubiese sido un hitazo hace años (e incluso ahora puede serlo). Nos ofrece un buen momento en el que los fans de los baladones de la de Single Ladies van a disfrutar como locos. 8,5/10.
La suavidad de la Beyoncé de hace dos años se va pronto, viniendo un tema que sorprenderá a muchos. El sonido puede recordar ligeramente a temas como Sweet Dreams, pero menos pop. Dividido en dos partes, Haunted tiene de todo: una producción moderna, una intro hablada, R&B, inspiración en la Madonna noventera (lo que se plasma en uno de los dos vídeos que tiene esta canción). Si te gusta Haunted, estás de enhorabuena; no es la típica rareza que se queda como joya del disco, sino que Beyoncé te está diciendo como va a sonar el disco en gran parte. El hip-hop de su marido y el amigo de éste (hablo de Jay-Z y Kanye West) se hace presente, con una producción que, a pesar de recordar a estos dos, no queda metida con calzador, sino que da una atmósfera oscura y totalmente novedosa en la carrera de Beyoncé. Quizás en los 50 últimos segundos ya se le empieza a ver un poco el plumero a Beyoncé y base-melodía no peguen tan bien, pero, aún así, muy grande. 10/10.
Quizás en uno de los dos primeros singles del disco (éste para las radios urbanas), Drunk In Love, se le vea un poco más el juego a Beyoncé. Tras una introducción que podría pertenecer perfectamente a un descarte de Watch The Throne, se desplega un tema R&B de los siempre que, sin que te das cuenta, va cogiendo estrofas más marcadas hasta que Beyoncé no rapea pero casi. La collab con su marido, Jay-Z, era obligada, y no sé si es que no los soporto cuando están juntos, pero sus featurings no me suelen gustar demasiado. No está mal, es pegadiza, pero las hay mejores. 7/10.
Beyoncé nunca será recordada precisamente por su discurso feminista. Ni por sus récords. Ni siquiera por su música. Beyoncé será recordada por sus caderas y su forma de moverlas. Beyoncé es sexo, y eso lo sabe hasta ella. Por eso, no es extraño que en un disco llamado de forma homónima apareciese una canción sobre sexo, en este caso, sobre recibir sexo oral. Blow tiene de todo: gemidos, una melodía sensual y una letra muy insinuante. Con un Pharrel que repite fórmula (On My Own de Miley Cyrus suena idéntica), Blow no solo es tremendamente sensual, sino que es tan divertida y adictiva que es, sin lugar a dudas, el hit del disco. Un tema que podría romper las listas. Es más, a puntito ha estado de ser primer single. No esperes que Blow te deje ese sabor de boca que deja Haunted, no innova en absoluto; pero divierte, y, como mostró Bowie con su Aladdin Sane, si no puedes superar algo genial, intenta divertir. 9/10.

El siguiente tema, No Angel, tiene su gracia. Quizás no es el más atractivo del disco, pero esos versos en los que la madre de Blue Ivy se divierte cantando como si el calentón no la dejase respirar del todo bien y ese giro electro-oscuro que culmina con unos hipnotizantes no, no, no, no, no al final nos confirman que Beyoncé no se conforma con hacer una balada a piano y ver si hay suerte. Ha venido a cambiar las reglas. 8/10.
Con un let me hear you say Hey! Mrs. Carton! que debió de soltar en algún momento de su exitosa gira, Partition abre. Realmente, no es un tema. Tal como se muestra en sus dos vídeos, la primera parte se llama Yoncé, y, sin ser un tema trascendentalmente bueno, es una mezcla de hip-hop y pop muy girl-power que podría haber triunfado allá por 2004 y que, para qué negarlo, es pegadizo hasta las trancas. Sin una unión especialmente buena, aparece Partition, en la que el hip-hop vuelve a estar presente en versos que la de Tejas suelta con dejadez y una base que no llega a la grandeza de las bases de Yeezus o el ya mencionado Watch The Throne, pero que cumple su objetivo. 8'6/10.
Con Jealous, los baladones tipo Halo vuelven. Muchos han hablado de Pretty Hurts como la balada que podría ser hit, pero, para mí, Jealous tiene el carácter suficiente como para devolver los números 1 a la Queen B. 8,75/10.
No podía faltar un tema como Rocket, que nos trae a la Beyoncé más sencilla y soulera del álbum. Quizás que dure 6 minutos es excesivo, pero está mejor hecho que cualquier balada de 4. 7,5/10.
¿Balada otra vez? Eso dices cuando empieza a sonar Mine. Pero no tienes más que mirar que Drake colabora para darte cuenta de que no va a quedar ahí. Después de que Bey vuelva a desplegar su vozarrón, llega un casi apocalíptico puente en el que la voz modificadísima de Drake y la percusión van descompasados (lo que recuerda a Yeezus). Sin duda, uno de los momentazos del disco. 9/10.
El primer single para la radio mainstream es este prácticamente himno llamado XO. Esa base, esa melodía, es uno de esos temas que alegran a uno las tardes. Es difícil describir el tema, así que lo único que puedo decir es: 10/10.
El hip-hop se hace de nuevo presente en ***Flawless, que vuelve a ser un tema compuesto de dos: Bow Down, que es el primer tema que oímos del disco hace ya nueve meses y que es un guilty pleasure en forma de horterada pseudo-hip-hop unida mediante un inteligentísimo discurso femenista de Chimamanda Ngozi Adiche que merece la pena traducir al tema que da el título, Flawless, que recuerda a la segunda parte de Partition una barbaridad. Puedes considerarlo una horterada, pero es innegable que le da un toque al disco muy interesante. 8/10.
Quizás el único tema al que no le cojo el gancho. No sé si es un grower, pero ese toque pseudo-vintage con una melodía que ni fu ni fa que tiene Superpower no lo mejora ni la colaboración con Frank Ocean. No me gusta, simplemente así. 5/10.
Por si alguno ya estaba pensando que habían cambiado a la Beyoncé de 4 por una totalmente distinta, Heaven se desplega en el momento adecuado. Un baladón a piano que habla de un aborto y que, salvo por el Padre Nuestro al final en español, podría haber pertenecido a cualquier otro disco de la mujer. Bastante bonita. 7,5/10.
Y, finalmente, para rematar, el último temazo del disco. Blue, dedicada a su hija, es una balada en la que la producción lo da todo. Primero, un teclado vintage con más personalidad que cualquier producción del pop de 2013 y que da un momento realmente delicioso tras el estribillo; después, unos sintetizadores que vienen en el momento adecuado para dar un giro al tema; finalmente, una monísima Blue Ivy finalizando no solo el tema, sino el disco. Sin duda, perfecto. 10/10.

Puede resultarte una prepotente, puede caerte horrorosamente mal, puedes decir que se pone la piel más clara; sin embargo, hay algo que no puedes negar, y es que, con BEYONCÉ, la joven y explosiva Beyoncé de Crazy In Love ha madurado hasta convertirse en una mujer que, sin inventar nada, ha sabido aprovechar la grandeza de las producciones hip-hoperas de los últimos años para aportar algo nuevo, fresco e interesante al pop. No estoy seguro de si este álbum quedará como una joya escondida o hará al pop cambiar de una vez por todas; sin embargo, me atrevo a decir que, en la liga mainstream, es toda una revolución, y, sin alejarse al completo de ellas, no necesita beber de referencias de épocas pasadas para hacer algo novedoso. BEYONCÉ es un disco moderno, atrevido y mucho más inteligente que cualquier trabajo lanzado por una popstar en los últimos doce meses. Así sí.

“It's the soul that needs the surgery.”

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